Esteban Jaramillo Osorio
Un camaleón se empeña en destrozar a James Rodríguez, cada vez que habla o toca el balón.
Obsesivo, no descarta la ocasión para criticarlo, ridiculizarlo o enrostrarle sus bajadas, sin destacarle sus subidas, en el futbol de pirotecnia que practica. El que hipnotiza y tantas veces ha puesto de pie a los aficionados de Colombia y el exterior.
Con críticas deliberadas y sostenidas, recibe cada comparecencia pública del capitán de la selección.
El último episodio, que de nuevo encendió y agito su predisposición, típico de nuestro país convulso en el que las discrepancias se liquidan agresivas, fue su reacción descontrolada, porque, en el diálogo sostenido al final del partido, Messi y James no se fueron a los insultos o, exagerando a los empujones, a las trompadas o a los sacudones.
Si en algún momento James debió hablar fuerte, con autoridad, fue en la cancha y lo hizo, al igual que sus compañeros del equipo nacional.
Como si el respeto y la adultez no fueran conductas ideales y ejemplares. Se trataba de hablar y no de pelear. De confrontar y no de insultar. James no empuñó las armas, fue respetuoso, no agredió a Messi, titulado, tantas veces, como Crack. El mejor del mundo.
El mismo camaleón, vocero a la sombra de algunos dirigentes que lo utilizan como mensajero, para descalificar al entrenador Lorenzo, al que resulta inocultable, quieren despedir.
Entrenador “refajo”, promotor de la inofensiva mezcla que tanto se publicita, una de las preferidas, como el ron y el aguardiente, del máximo goleador colombiano Dayro Moreno, razón fundamental para prohibirle estar en la selección.
Para James, el karma no desaparecerá.
Quizás cuando cuelgue sus botines, abandone los vestuarios o diga adiós por siempre a la selección. Conflicto que ni creó ni heredó. Además de ser ganador, el pueblo sabe dónde está la maldad.
Llegará otro “trompo de poner” para el camaleón. El relevo de James, blanco preferido de sus críticas, como lo fue Falcao alguna vez. Alusiones que lo sitúan de manera repetida, en fuera de lugar.
Esteban J.