En Rusia, un día después de la retirada de los combatientes del grupo paramilitar Wagner de Rostov del Don, en el suroeste del país, parcialmente controlada el sábado 24 de junio de 2023 por los rebeldes, los ciudadanos afirman sentir “alivio”.

“Cuando la rutina en nuestra ciudad cambia y se comprende de verdad lo que ocurre, uno se siente muy ansioso y en peligro”, dijo Rina Abramian, una médica de 28 años, con un pequeño crucifijo alrededor del cuello.

La súbita llegada de los combatientes de Wagner a Rostov, ciudad estratégica de más de un millón de habitantes, tomó por sorpresa a la población.

Todo el día, hombres de Wagner con el rostro cubierto patrullaron la ciudad como si fuera suya, con fusiles de asalto, mientras que su jefe, Yevgueni Prigozhin, se instalaba en la sede del Ejército, que dijo haber tomado “sin un solo disparo”.

El sábado por la noche, cuando columnas de blindados de Wagner avanzaban hacia Moscú, el Kremlin y Prigozhin anunciaron repentinamente el fin de la rebelión, tras una mediación del dirigente bielorruso Alexander Lukashenko.

El domingo, las huellas dejadas por los tanques de Wagner aún eran visibles en las calles de Rostov. En un parque, una pancarta azul rezaba: “Hermanos, limpidamos un baño de sangre, nadie es enemigo de nadie aquí, ¡la victoria solo es posible juntos!”.

Aunque los habitantes dijeron haberse vistos sorprendidos por la llegada de Wagner y muchos se manifestaron aliviados tras la salida de los mercenarios, hubo quien no ocultó su apoyo a los combatientes del grupo que participaron en la ofensiva de Rusia en Ucrania, especialmente en la ahora famosa batalla de Bajmut, ciudad del este de Ucrania devastada por meses de combates.

Fotografía: El Comercio.

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